Desayunando con Fan Ruiping


¿Esto es caldito de pollo? Joven, ¿esto es caldo de pollo? Sí, dijo este. ¿Pero esto qué es? ¿Camarón? No, no, responde. Se siente como camarón ¿Es camarón? No, insiste el mesero con tajante amabilidad. ¿Y cómo se llama? No sé, acota. Es comida especial, así nos lo pidieron, dice ante la insistencia del confundido invitado. Un periodista, algo harto, ataja: es Wantan, sopa Wantan. ¿Y esto es camaron? No, es langostino. Pero qué rico. Está muy rico. Sí, muy rico. Lo pidieron especial para el evento, añade el dependiente con la seguridad de que podría ser importante recalcarlo. Qué buena sopa.

Y es una ocasión especial, sin duda. Vistieron para la ocasión un importante restaurante chino de Polanco y nos invitaron a un grupo de académicos y analistas a presenciarlo. Ante nosotros, Fan Ruiping, primer secretario del Partido Comunista de China en la ciudad de Chengdu, provincia de Sichuan, capital cultural y gastronómica china, hogar de los pandas y de la sopa Wantan. ¡Pero claro! Ahora, todo tiene sentido… ¿Le está gustando? ¡Mmm! ¡Sí! Está muy buena.

El señor Fan toma la palabra. Está en México para hablarnos de lo que ocurrió en el pasado décimo noveno congreso del Partido Comunista de China y por qué es uno de los más importantes en la historia contemporánea del país. En él, el dirigente chino Xi Jinping trazó los nuevos propósitos de lo que ha denominado la “nueva China”, proponiéndose un país en el cual, para el año 2049 –cuando la Revolución cumpla 100 años–, todos y todas tengan una vida “modestamente acomodada”.

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Fan Ruiping comparte con analistas y expertos de México sobre el XIX Congreso del Partido Comunista de China. FOTO: Xinhua

Es fácil escribirlo. Pero la tarea resulta una epopeya si se considera que estamos hablando de 1, 300 millones de habitantes. Pero, ¿imposible? No lo creo. Dos datos a considerar: De 1976 a la fecha, el PCCh ha sacado de la pobreza al 70 por ciento de la población y creciendo económicamente por encima del 7.5 por ciento, cada año. De hecho, el señor Fan es claro al decir que las estimaciones del Estado chino es que tales metas se alcancen para el año 2035.

¿Y estos pancitos? Son Baozi, señor. Qué buenos. ¿Pero es carne? Sí ¿Puede darme un poco más? Con gusto, señor. ¿Más café? Si, por favor. Este es dulce, ¿no? Sí, señor, están rellenos de vainilla ¿Me da otro? Para mí también, por favor, pido yo. Quiero más Wantan.

Chengdu es la ciudad más conectada del oeste de China con dos aeropuertos internacionales y 105 rutas hacia el mundo. Tan sólo con México, la capital de Sichuan comparte más de 1, 400 millones de yuanes en negocios. Su economía crece el grado del 8.7 por ciento cada año. Algo verdaderamente impresionante. La idea del señor Fan es estrechar las relaciones entre Chengdu y México: «Me parece buena idea que ambas partes hablemos sobre los vuelos directos para promover la conectividad y ofrecer condiciones beneficiosas para intercambios y cooperación».

Tomo café, doy un mordisco a mi bollito. Sigo deseando más sopa y mi golosa obstinación sufre un shock al ver que otro invitado, al lado mío, ha dejado su plato intacto. No importa. Lo superaré. Aún me falta un bollo dulce.

Mientras tanto y frente a mí, el señor Fan explica que el propósito de esta etapa de China se basa en la consolidación de un país democrático, fuerte, ecológico, igualitario, económicamente desarrollado y bello. ¿Bello? Esto es nuevo. La incorporación del presidente Xi Jinping de este concepto refleja algo más profundo que simplemente tener ciudades espectaculares con parques hermosos: se trata de un sentido amplio de bienestar, limpio, armonioso, anclado a la historia, a la bonanza de la era Han. Sospecho y tengo mis motivos, que lo que se propone el Partido Comunista es devolverle a China el esplendor que perdió tras los años de brutal colonialismo en el siglo XIX y principios del XX. Es, pues, la afirmación de la victoria de la gran Revolución de 1949. La absoluta superación del rezago y el asalto a la cima del mundo.

Tomo el micrófono y le pregunto al señor Fan Ruiping sobre los intercambios culturales. Me extiende su mano y me dice que autores como yo son bienvenidos para pasar una temporada en Chengdu para crear. Sonrío y le tomo la invitación como una promesa. Mira cómo es China de maravillosa que, al instante, llega un nuevo plato de Wantan.

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