ALBERTO BUITRE – Por la tarde del 5 de agosto de 2013, recibí una llamada del secretario general del Partido Comunista de México (PCM), Pável Blanco, informándome con voz calma, lo que siempre se teme pero nunca se espera de hombres curtidos a sangre y trabajo. Los habíamos visto, marchamos juntos, apenas una semana antes, el 26 de julio, en el 50 aniversario de la Revolución Cubana en la Ciudad de México. Habían pasado pocos días.. Recuerdo al final del trayecto, tomarían el autobús de regreso a casa, sólo por un rato, pues regresarían pronto a una reunión del Frente de Izquierda Revolucionaria (FIR). “Buenas tardes, camarada, con su permiso”, le dije, intentando atravesar el pasillo del camión. “Pásele, camarada”, me dijo Raymundo Velázquez, con su gorra azul y su paliacate rojo al cuello, como buen guerrerense. Saludándome sonriente sobre esa piel color de costa y montaña. A su lado estaba sentado Samuel Vargas. Habían pasado pocos días, y para cuando Pável me llamó, habían sido asesinados.
Los mataron paramilitares. Era la noche del 4 de agosto, cuando Raymundo Velázquez, Samuel Vargas y Miguel Solano, regresaban de la reunión del FIR con miembros del Buró Político del PCM en Cuernavaca, Morelos, con destino a Coyuca de Benítez, Guerrero. Pasaron a dejar a la camarada Tomasa Vázquez y de ahí partirían hacia la ciudad de Chilpancingo, capital de ese Estado, para una asamblea de la Liga Agraria Revolucionaria del Sur Emiliano Zapata (LARSEZ), que Raymundo dirigía desde hacía dos décadas. Una organización acusada de guerrillera por el Gobierno estatal, por ser fundada en 1962 emanada de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), que dirigió el mítico guerrillero mexicano, Genaro Vázquez Rojas, cuyas acciones subversivas se dirigieron en los años setentas, ochentas y noventas a la recuperación de tierras ejidales en manos de caciques. Además, Raymundo era el secretario general del PCM en Guerrero. Pero apenas salían de Coyuca, los interceptaron. No se sabe por cuánto tiempo los torturaron. Al final, los tundieron a balazos e incendiaron su automóvil cerca del rio municipal. Pocas horas después encontraron sus cadáveres y dieron aviso al pueblo.
Llevaban tiempo persiguiéndolos, amenazándolos. No sólo de ahora. De años. De siempre. Desde la época del sangriento gobernador Rubén Figueroa, el hijo que gobernara del 93 al 96, como antes el padre del 75 al 81. Y ambos criminales. Raymundo, Samuel y Miguel fueron testigos. Ahí mismo en su pueblo, en Coyuca de Benítez, cuando el 28 de junio de 1995, la policía guerrerense –que funcionaba como paramilitar-, asesinara a 17 campesinos de la Organización Campesina de la Sierra Sur, en el vado conocido como Aguas Blancas. Y antes a Genáro Vázquez, y a Lucio Cabañas, y a tantos más. Tan sólo en el 2013, sumaron 13 luchadores sociales asesinados en Guerrero por motivos políticos. Y de los culpables…. Nada. Porque aquí parece que pasa nada. Porque el régimen lo esconde todo bajo su alfombra hedienta a muerte.
Hortensia, la viuda de Raymundo, dijo que el camarada ya presentía su muerte:
“Me imagino que mi esposo ya presentía lo que iba a pasar porque antes de esto él me platicó, de todo lo que le estaba pasando. Me dijo que si le pasaba algo yo sabría a quién acudir con sus compañeros de Partido y que no se quedara así esto, que se le hiciera justicia”. Que luego le pidió: “A lo mejor yo me muero pero que mis compañeros alcen la voz”.
Su muerte caló hasta en España. Ahí, militantes del Partido Comunista de los Pueblos de España y de los Colectivos de Jóvenes Comunistas se manifestaron frente al consulado mexicano para denunciar la campaña de aniquilamiento que el gobierno de Peña Nieto emprendió contra los comunistas mexicanos. El y el Pacto por México, esa alianza interbuguesa entre los partidos políticos y los empresarios para avasallar por todas las formas a quien se oponga a las “reformas estructurales” de privatización de los recursos públicos y naturales del país.
¿ Y quién mató a Raymundo Velázquez?
Lo advirtió el PCM: “El Partido Comunista de México a través de su Buró Político, hace responsable al Gobierno Federal de Enrique Peña Nieto del PRI, al Gobierno Estatal de Ángel Aguirre Rivero del PRD y el gobierno municipal de Ramiro Ávila Morales del asesinato de nuestros camaradas”.
Y también fueron las mineras canadienses. En octubre del 2012 partieron de la región de La Montaña de Guerrero en una caravana multitudinaria hacia la Ciudad de México, exigiendo el cese en la intervención de la explotación minera extranjera en las tierras comunales campesinas del Estado. Pero el Gobierno desoyó. Esa fue la primera vez que hablé con él. Lo entrevisté cuando caminaban cerca de Morelos. Me dijo Raymundo:
“Nosotros ya hemos tenido experiencias con otras empresas de explotación de minas y lo que ha arroja es muerte. Y a final de cuentas ni pagan la tierra. Nosotros no queremos sacar a nuestros muertos de nuestros panteones, de nuestras iglesias. Nosotros nos regimos por usos y costumbres y ahí (donde se pretenden instalar las nuevas mineras) es donde estamos nosotros”.
Pero ahora el muerto es él. Quizá ya esté organizando a los cadáveres de otros asesinados, de otros que murieron indignados, rabiosos, rebeldes, insurrectos, silenciados y sin justicia. A otros como nosotros en vida, que quedamos como muertos sin él, sin ellos, aunque dicen que no muere quien se va sino quien olvida. Y olvidar, jamás. De eso ya pasó un año.
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