Este texto será breve ¿Será que cuando nos llenamos de emociones, las palabras se quedan encerradas como insectos ciegos chocando contra los muros del alma? Y quizá por eso sólo se puede decir poco en comparación que lo que hay por sentir. Hablo de mi viejo, se jubiló hoy. Pasó treinta años, ocho o nueve horas, seis días a la semana, frente a este torno inmenso para resolverle los problemas a este que escribe. Que no fueron pocos. Sobre todo en las épocas donde era mejor morir antes que seguirle robando las fuerzas al hombre, fuerte y testarudo, obrero y maestro, quien ha recuperado para sí el poder de su propia vida. Treinta años. Apenas luego.
Dicen los sabios de la autoestima que es mejor tener un buen padre a uno malo; pero que es mucho mejor tener un mal padre a no tener uno. Yo no sé. Puedo dar fe que los tuve todos. Cada quien da su propio testimonio sobre lo que le resulta mejor. Para estos fines no hablo del padre sino del tipo que se rifó esos treinta años para salvarme la vida. Como cuando doce cabrones de la banda de los Ducks me buscaban para picarme y el viejo puso el pellejo con el jefe de los malandros, que, dentro de todo, era buen vecino. Yo tenía catorce años y me querían dar cuello por lo obvio, una nena de la secundaria que era novia de uno de ellos. Yo no sabía eso. Claro que esto poco tiene qué ver con el torno. Pero sepa el diablo lo que hubiera sido de mi. Me dio oxígeno para que dentro de unos años me metiera yo en mis propios problemas por pendejo, y intentar resolverlos por mi mismo. Bueno, ese era el bueno. Del malo y del ausente, podría pasármela aquí intentando dar lástima. Qué hueva. En México abundan historias más interesantes que la mía. Quizá cuando el viejo muera, escriba un par. Que pasen otros treinta años.
Por cierto, yo no le aprendí al torno. Pero le heredé sus huevos. Vamos, que la vida es dura y hay que fletarse. Que a veces no hay lugar para los sueños. Que el obrero tiene más hambre de dignidad que de pan. Ese fue Marx. Pero él lo vivificó con la cara llena de grasa y rebaba. Ya le dije gracias de frente. Sólo digo aquí: que si escribo es porque él me permitió seguir teniendo manos.
Una que me enseñó. Salud por él:
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