Cuenta la leyenda que por ahí de 1800, en el municipio semi árido de El Arenal, Estado de Hidalgo, México, la mujer de un campesino, harta de las jodiendas del marido, se citaba con un hombre al que daba placer y de paso, gustaba llevarle una canasta con comida.
La gente comenzó a murmurar, tanto, que las sospechas llegaron al marido. Un día, éste decidió salir al paso de la mujer, cuando ella llevaba una canasta harta de viandas para su amor.
– ¿Qué llevas ahí? – le dijo encolerizado el esposo.
Dicen que la mujer, nerviosa y atrapada, clamó misericordia al Señor de los Laureles, entonces santo patrón del lugar.
– Sólo llevo estas maravillas a la ermita.
Dicen, pues, que el marido no le creyó nada. Y rabioso, le tiró la canasta.
El milagro reza que la basta comida que la enamorada llevaba a su hombre, de pronto se convirtió en aquellas flores que la mujer juró llevar. Y fue tal la conmoción del pueblo que, desde entonces, a este templo de El Arenal, se le cambió el nombre por Iglesia del Señor de las Maravillas.
Nadie sabe qué pasó con la mujer, ni con el pusilánime marido, ni con el deseado amante. Sin embargo, para desfortuna de la historia, la piedad moralista no le ha reconocido su mérito a los amorosos, para quienes, como ya se sabe, también se obran milagros.
Fotos: Alberto Buitre, 2013.
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