Nunca he sido buen periodista. He pasado mucho tiempo obedeciendo asignaciones sin sentido y soportando las mentiras de los políticos. He escrito tanto sobre la supuesta realidad que me he olvidado de cuál es la mía. Eso. La realidad nos come, nos engulle como ostiones en la boca asquerosa del gran comensal. Y de pronto estamos nadando en sus jugos gástricos, deshaciéndonos en ácido, y cuando nos damos cuenta, somos mierda. Unos viven bien siéndolo. Yo trato que no sea demasiado tarde. (Mira, no estaba tan equivocado al decir que los políticos son unos comemierda).
Me duele aventarle supuestas verdades a la gente en medio de su carrera por conseguir comida y salario. Es hacerlos tropezar. Ya la banda está demasiado ocupada como para sentarse tranquilamente una tarde a leer un periódico entero ¿Gastar sus ojos heridos de smog en buscar y consultar una página web? Por favor. El mito “estar bien informado”, es basura mercadológica. Basura que genera basura. Dentro de la cabeza y en las raíces de los pocos árboles que quedan.
¿Por qué los periodistas nos vienen a contar la supuesta verdad de la vida, si la vida la construimos nosotros mismos? “Mujer, esta es su vagina, le sirve para gozar y parir. Tómelo muy en cuenta” ¿No carajo ya lo sabemos?
He pasado por ser tan hijodeputa que he escrito algunas columnas sin creerme lo que yo mismo digo. No creerme, sino sentirme, sin identificación, cero pasión; maquilador de 4 mil caracteres fríos y rutinarios. Agarro un tema, la mezclo con un par de ideas y listo, sesenta dólares a la bolsa. Para eso me pagan (hasta el momento). Escribo para mí mismo. Y esto no sería un pecado si fuera Granados Chapa, por ejemplo. El maestro hacía oro sin esforzarse demasiado. Que me perdone mi padrino, pero él nació genio del periodismo; ya era periodista antes de ser periodista. Desde niño, en las verdades que descubría a la sombra de los árboles de la colonia Morelos, en Pachuca.
Pero yo que no agarré un periódico sino hasta los dieciocho. Y eso por impresionar a una jebita. Ella era la presidenta de la sociedad alumnos del bachillerato y yo un caliente muchacho que simulaba leer las noticias para lucir menos estúpido ¿Qué hice de mi vida después? Hice el intento por estudiar comunicación, entre a trabajar a un semanario y el resto es historia. Hay mucho qué contar antes de eso, pero saldrá mejor en cuentos. Luego abandoné en cuarto semestre. Eso soy, un prófugo, un clandestino. Me metí a periodista por no saber qué quería de mi vida a los 19. Y no es que esté mal. Quisiera que no se me mal entendiera y por eso me explicaré mejor: Me gusta serlo, pero soy malo.
Porque creo que decirle “la verdad” al pueblo es tomarlo por menor de edad. El pueblo sabe la verdad, su verdad que es el hambre, la explotación, la falta de trabajo, los hijos que se drogan, los padres que joden mucho. Hay qué ver la cantidad de periódicos que se tiran al a basura porque nada de lo que ahí se publica es para la gente. Declaraciones de políticos, infamias de capitalistas, porquería para cobrar las facturas de publicidad. Corrupción entre empresarios y Gobiernos que se hace pasar por periodismo.
A mí me gustaría ser capaz simplemente de lanzar unas palabras y que sean como piedras en el agua, para que cada cual agarre su onda; al fin y al cabo, de palabras está lleno el estanque. Hay mucho mejores que las mías, más pulidas, más importantes. Las más hermosas son esas a las que la naturaleza les ha dotado de rigor, las que ayudaron a David a vencer a Goliat, las piedras de los héroes que siguen derrumbando gigantes. Como las de Granados Chapa y la de los comunistas que bien conozco. Ello sí tienen plumas finas. Pero yo, ¿qué le importa a la gente lo que yo tenga qué decir? A veces pienso que sería más productivo si continuara siendo mesero o hubiera aprendido a maniobrar el torno, ocupándome simplemente de sobrevivir sin joder la inteligencia de nadie.
ALBERTO BUITRE
¿Qué opinas? Tu comentario es importante