ALBERTO BUITRE .- La mesa de redacción concluye el especial para el Día de la Independencia. Entrevista al niño soldado, un fotoreportaje de las mujeres piloto, ¿quién confecciona las famosas banderitas?, un héroe anónimo. Cada medio juega sus cartas, como cada año, el mejor relato gana. El reconocimiento a quien en su oficio de periodista obtenga la mejor nota de color patrio. Un día marcado en la agenda editorial de periódicos, revistas y programas electrónicos.
Pero algo pasa que este año ninguna historia se logra. El reportero y la reportera hacen su trabajo. Hacen entrevistas, llaman por teléfono, producen su nota y toman la foto. Es 16 y su trabajo se publica;pero no pega. Hay algo en el ambiente le quita fuerza, no impacta, como si no hubiera historia, las palabras quedan sueltas.
La periodista siente que nadie le ha leído. El periodista mira su foto sin luz, sin alma. Se calma y comienza a recordar ¿qué salió mal? Recorre de nuevo su viaje al Zócalo. Encuentra un estremecimiento. Las guardias blindadas, los filtros de seguridad, los muros de acero rodeando la plancha capitalina. La plaza de la Constitución convertida en un búnker privado.
Recorre y mira los gestos; nadie se cree aquello en la calle. El comercio sale a pescar sin ánimo, los paseantes sórdidos, mientras los adoquines soportan el peso de autobuses foráneos. Trajeron acarreados al Grito de Independencia, algo que nunca antes las crónicas de septiembre habían documentado. Pocos, muy pocos que son de ahí acompañaron a Peña Nieto. Quizá fuera eso. Es 15 pero como si no lo fuera; como si se lo hubieran robado, llevándose su espíritu y dejando los papelitos de colores y las lucecitas que prenden pero no brillan.
Las portadas anuncian un Día que no es. Los gritos, los gases y las tanquetas ahuyentaron el orgullo. Es México pero no hay Independencia.
Un señor compra el Reforma cerca del Palacio Chino. “Ante un Zócalo repleto…”, describe el periódico su foto nota, con un Peña Nieto empequeñecido debajo de su pequeña estatura, y Angélica Rivera vestida de verde bandera, y la carra repleta de maquillaje. Mirando al vacío mientras ondea el lábaro mexicano.
– ¿Usted fue al Grito? – le pregunta al voceador
– Ni madres, ¿no vio la lluvia?
– Ey… Pero que se llenó ¿no?
– Eso dice.
Y en páginas centrales, apenas una imagen sobresale. La fotografía más comentada en redes sociales: miles de ‘peñistas’ con impermeables rojos atestiguaron el Grito llegados desde el Estado de México. Cumplieron con no dejar vacío el acto. Los borregos de siempre, los de la campaña presidencial que regresaron a hacerle el agosto al Presidente. Que la represión de maestros del 13 valiera la pena, sino ¿para qué los quitaron? Los filmaron, fotografiaron los camiones estacionados, detallaron los globos de propaganda: “Tultitlán con Peña Nieto”. El grito de los acarreados, les dijeron.
¿Y así cómo vender periódicos? Quien los compra, no les creen; y quienes les creen, no los compran. Esas notas y esas fotos se quedaron sin audiencia. El temblor que aún queda por el desalojo de la CNTE hizo caer las portadas. Las mismas que nada dijeron del «Grito de los libres» que se gritaba a espaldas de las cámaras de televisión; las que transmitieron esa noche un Zócalo semi vacío, camuflado por la noche y el sensacionalismo de sus conductores. Nada sobre esos que organizaron en el Monumento a la Revolución un 15 de septiembre con visos de Guelaguetza. Entonando vivas sin impermeables, llenos de historias sin contar.
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