El 27 de septiembre pasado, el columnista Roberto Zamarripa, afirmó en su que el presidente del Tribunal Electoral Estatal, Alejandro Habib Nicolás, “es orgulloso donante y militante del PRI, como consta en documentación pública” , para después alegar la amistad entre el funcionario y el gobernador Miguel Osorio y el candidato Francisco Olvera. La información presentada por el periodista determina la imposibilidad de que en Hidalgo se aplique justicia electoral si no es con el aval de quienes, sobre presuntos compadrazgos, deciden lo que va y no va cuando sus intereses políticos se ven amenazados. Por eso cabria la pertinencia de sospechar que nada turbio de los comicios del 4 de julio se va a aclarar en las oficinas del Tribunal Electoral hidalguense, tanto, como se ha demostrado la composición partidaria del Instituto Estatal Electoral donde, por lo menos, el presidente mismo del organismo, Daniel Rolando Jiménez Rojo, pasó de ser burócrata a funcionario electoral. Se dijo antes y se confirma hoy: Si algo ha de resultar en la carrera por la gubernatura hidalguense, resultará en el Tribunal Federal, lo cual nos acerca a la inevitabilidad de una nueva elección ¿Será?
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