Ya se había advertido con años de antelación. En agosto del 2009, un anónimo disparó desde un auto en movimiento hiriendo de bala a una mujer transexual. Parecía que hasta que hubiera un “muertito”, las autoridades del Estado harían caso a las denuncias y advertencias por la creciente ola de violencia homofóbica en Hidalgo. Hasta que sucedió. Desde la noche del miércoles 16 de junio, a la orilla del distribuidor vial “11 de Julio” de Pachuca, Fernanda abordó un taxi donde unos presuntos clientes sexuales le habían acordado una más de sus labores. Pero no regresó. Su cuerpo, amordazado y con huellas de disparo con arma de fuego, fue encontrado sin vida a las faldas del cerro “Los Frailes” del municipio de Actopan, a unos 37 kilómetros de la capital estatal. Los peritajes informaron que su cadáver fue arrojado desde el viernes 18. Además de trabajadora sexual, Fernanda era una incansable activista por los derechos de la diversidad sexual, como vicepresidenta de la organización “Transgénero Hidalgo”. Este es el primer homicidio por transfobia registrado en esta entidad. Y el gobernador Miguel Osorio Chong ¿Cuántos muertos más necesita para atender la voz de la sociedad civil?
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